Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!» y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Entonces salió Jesús fuera llevando la corona de espinos y el manto y Pilato les dijo: He aquí el hombre.